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Intérpretes Principales: Nikbakht Noruz, Abdolali Hoseinali, Abbas Alijome
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Argumento: Bajo la estatua del Buda que destruyeron los talibanes, aún viven miles de familias. Baktay, una niña afgana de seis años, es incitada a ir a la escuela por el hijo de sus vecinos, que lee los alfabetos frente a su cueva. De camino a la escuela, es acosada por unos niños que juegan de forma cruel, reflejo de la sociedad tan violenta que los rodea. Los niños pretenden lapidar a Baktay, destruirla como al Buda o disparar contra ella como hicieron los americanos en el laberinto de cuevas. ¿Será capaz Baktay de superar estos obstáculos para poder aprender los alfabetos en su lengua materna?
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Mi opinión: Buen trabajo de Hana Makhmalbaf, la hija de 19 años de Monseh, prestigioso director iraní, galardonado en buen número de certámenes por trabajos anteriores
Hana, como su padre y su hermana, narra una historia de candente actualidad, donde el humor y el drama se unen en perfecta simbiosis, metiendo el dedo en la llaga en la situación socio-político-militar de un país, enfermo desde la niñez de unos males, el odio y la sinrazón, afianzadas e inoculadas desde la niñez por sus adultos (patrios y extranjeros).
A través de los ojos de una niña, luchando sin cesar por conseguir su sueño: ir a la escuela, vamos viendo situaciones desgarradoras y desoladoras, aunque con múltiples elementos de comedia, muy sutiles, como son los juegos de los niños, que suelen combinar dulzura y crueldad a partes iguales, sobre todo si esos niños repiten los comportamientos cerriles de sus mayores. Unos comportamientos injustos, donde la desigualdad entre los sexos se manifiesta en hechos tan baladíes, a ojos de los occidentales, como el llevar y usar pintalabios o simplemente pretender, sin éxito, estudiar en una escuela junto a los chicos (por cierto que esto hasta hace no demasiado imperaba en España, por ejemplo, por no hablar de otros países, donde es el color de la piel el que separa a los estudiantes…).
La cinta, excelente en todo momento, mantiene un buen pulso narrativo, con un ritmo irregular, pero intenso, y con fuerza dramática en todo momento. Además, como ya he dicho antes, la sonrisa y risa florece sin dificultad en el espectador, al existir escenas enternecedoras y entrañables, como las de la escuela de niñas. Pero también acojona lo suyo, como cuando la panda de niños quiere jugar con la protagonista a la lapidación. Una escena que al suceder en el primer tercio la soportas porque falta mucho para la finalización del film, pues si no sería insoportable al no saberse si llegarán los chicos hasta el final o no. En este sentido, la escena en la que la niña, ya semienterrada en la tierra ve a los niños a través de las aperturas que le han hecho en la capucha que le ponen en la cabeza, llevando ellos en sus manos piedras y con una mirada asesina, pone los pelos de punta y acongoja.
Hana, como su padre y su hermana, narra una historia de candente actualidad, donde el humor y el drama se unen en perfecta simbiosis, metiendo el dedo en la llaga en la situación socio-político-militar de un país, enfermo desde la niñez de unos males, el odio y la sinrazón, afianzadas e inoculadas desde la niñez por sus adultos (patrios y extranjeros).
A través de los ojos de una niña, luchando sin cesar por conseguir su sueño: ir a la escuela, vamos viendo situaciones desgarradoras y desoladoras, aunque con múltiples elementos de comedia, muy sutiles, como son los juegos de los niños, que suelen combinar dulzura y crueldad a partes iguales, sobre todo si esos niños repiten los comportamientos cerriles de sus mayores. Unos comportamientos injustos, donde la desigualdad entre los sexos se manifiesta en hechos tan baladíes, a ojos de los occidentales, como el llevar y usar pintalabios o simplemente pretender, sin éxito, estudiar en una escuela junto a los chicos (por cierto que esto hasta hace no demasiado imperaba en España, por ejemplo, por no hablar de otros países, donde es el color de la piel el que separa a los estudiantes…).
La cinta, excelente en todo momento, mantiene un buen pulso narrativo, con un ritmo irregular, pero intenso, y con fuerza dramática en todo momento. Además, como ya he dicho antes, la sonrisa y risa florece sin dificultad en el espectador, al existir escenas enternecedoras y entrañables, como las de la escuela de niñas. Pero también acojona lo suyo, como cuando la panda de niños quiere jugar con la protagonista a la lapidación. Una escena que al suceder en el primer tercio la soportas porque falta mucho para la finalización del film, pues si no sería insoportable al no saberse si llegarán los chicos hasta el final o no. En este sentido, la escena en la que la niña, ya semienterrada en la tierra ve a los niños a través de las aperturas que le han hecho en la capucha que le ponen en la cabeza, llevando ellos en sus manos piedras y con una mirada asesina, pone los pelos de punta y acongoja.
Excelente película que refleja bien a las claras (al menos eso creo yo, puesto que, por ejemplo, un crítico que estaba a mi lado me dijo que no se creía que los niños en Afganistán jugaran a esos juegos, que eso lo harían en todo caso, los estadounidenses…) los comportamientos que reflejan unas desigualdades e intolerancias que si bien tienen remedio, como se ve al finalizar el film no parece cosa fácil pues muchas veces la batalla final la gana la muerte sobre la inocencia, como único modo de ser libre.
Una película que hace reflexionar y cuesta olvidar, calando profundamente en el corazón, tanto por la historia en sí como por la exquisita dirección de los niños.
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2 comentarios:
Hace unos años esta directora se había puesto de moda al igual que la cinematografía iraní. Es bueno que a pesar que la moda paso sigue haciendo un cine interesante. Saludos!
Hola Budokan.
Pues no creo que esta directora se pusidera de moda hace años, pues hoy en día solo tiene 19 años.
Sería su hermana mayor, seguro.
Un abrazo.
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