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Director: Mikel Gómez de Segura
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Compañía: Traspasos
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Intérpretes: Alfonso Torregrosa, Elisenda Ribas, Rafael Martín, Goizalde Núñez, Eduardo McGregor, Susana Hernáiz, Txema Blasco
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Argumento: 1889. En un arrebato, Nietzsche, el famoso y prestigioso filósofo alemán, se arrojó al cuello de un caballo que estaba siendo salvajemente fustigado a latigazos por su cruel dueño.
Tal vez en aquel momento esta tomando esa decisión que todo filósofo se plantea alguna vez en su vida: hacerse el loco.
El caso es que el tiempo pasa y se encuentra encerrado en su casa, al cuidado de su fría hermana viuda y de su doctor, quienes desean que la justicia le incapacite y ella, la hermana pase a ser albacea y total dueña de todos los escritos pasados, presentes y quizás futuros del filósofo.
Menos mal que tiene a su fiel criada de niñez a su cuidado y ella se encarga de darle de comer, pasarle sin que le vean, papel y pluma para que escriba y hasta asearle en todos los sentidos.
Pero el tiempo pasa y, entre otras cosas, por la medicación que le dan, mala para su salud, el filósofo no mejora en apariencia o eso dicen el doctor y la herrmana.
Para salir de dudas, el mejor amigo de Nietzsche, un teólogo, pide ayuda a un viejo amor del filósofo para que le “ayude a decidir” al juez que debe decidir si recluirle en una cerrada institución o dejarle en algún lugar tranquilo donde prosiga con su vasta obra.
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Mi opinión: Buena obra, ganadora en el año 2005 del Premio Lope de Vega, que goza de un rico texto donde se aprecia la impronta artística del filósofo Nietzsche.
Y ese texto está integrado en un argumento posiblemente inventado en su totalidad, pero no exento de lógica y verosimilitud.
La última etapa del filósofo está relatado con sombras y luces, que explican las dudas y certezas vitales de un hombre en fase de destrucción, en una fase donde a veces desbarra con sus cuitas con Dios, el filósofo Platón y/o su cruel familia.
Pero también está llena de luz, poesía, cariño y amor hacia las buenas personas que no le olvidaron jamás y hacia ideas, a veces tangibles, a veces abstractas, que continuamente pululan por su maltrecho y lúcido cerebro.
Un cerebro que no para de pensar y arrojar sentencias, afirmaciones, diatribas, que nos explican también la realidad de la Alemania de su tiempo, con el odio hacia los judíos que se está instalando progresivamente en el país y el paso atrás, quizás sin remedio, de todos los campos culturales, que van desapareciendo para que reine la mediocridad y el vacío intelectual.
Obra importante, que tiene como milagro que el espectador no deje ni un solo instante de interesarse por la dura historia, que no obstante no está exenta de humor, a veces de un luminoso y chispeante humor gracias al juego de palabras del filósofo o los intentos de su amada por conseguir del juez una decisión favorable para sus intereses.
Otras se trata de un humor que contiene un halo de tristeza y melancolía pues nos muestra el irremediable deterioro mental del protagonista.
Sencilla puesta en escena, sobria y con pocos elementos, apenas unos cristales que hacen las veces de una cama y unas sillas, inteligentes diálogos llenas de frases que en verdad salieron del pensamiento de Nietzsche, y una dirección acertada que logra de sus intérpretes (todo/as) unas magníficas creaciones.
En este sentido, es un placer ver al veteranísimo Eduardo McGregor, no olvidemos, actor buñueliano (“Simón del desierto”), o de Elisenda Ribas, magnífica actriz dramática de amplio historial delante de las cámaras y como actriz de doblaje.
Una obra de teatro que merece todos los respetos, gusta mucho y no cansa nada (dura 110 minutos y no te enteras).
El público (algo más de media entrada) del Getxo Antzokia, donde la vi yo, aplaudió de lo lindo, totalmente entregado.
2 comentarios:
Por lo que cuentas y la fotografía parece una obra que no defrauda. Saludos!
Hola Budokan,
Pues no, no solamente no defrauda, sino que llega a gustar mucho.
Obra interesante y muy entretenida, pese a la dureza de su argumento.
Y el final, impresionante.
Un saludo a todo/as.
Travis (Iñaki)
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