Es un film irregular, sobre todo porque su primer tercio pasa rápido, con apuntes importantes en cuanto a los dos personajes principales, pero no explicando demasiado bien o al menos no en profundidad, las circunstancias sociales de la comunidad gay. Sí hay elementos suficientes como para comprenderlo, pero se ve que a Sant lo que más le interesa es la última etapa de Milk, la que tiene lugar entre los años 1977 y 1978, fecha en la que tiene un violento fin el protagonista, cosa que se sabe nada más comenzar la película. Es ahí donde la cámara, hasta entonces un tanto errática, se detiene para narrarnos muy bien, con claridad meridiana, la victoria conseguida por un hombre inasequible al desaliento, aunque en el camino dejara, involuntariamente, cadáveres e ilusiones de sus amantes rotas. Es por ello que la cinta va de más a menos, con un interés in-crescendo, hasta lograr un final, hecho ex-profeso, de acuerdo, que emociona de veras a pesar de saber de antemano cómo finalizará. Extraordinaria interpretación de Sean Penn, y también de James Franco, muy sobrio y digno, en el papel del compañero durante años del protagonista y, ¡cómo no! de Josh Brolin, ya ganador de diversos premios de asociaciones de críticos de USA.
Buena ambientación, excelente montaje, y un guión, como digo, un tanto irregular, pero que contiene buenos diálogos, algunos de fina ironía y sarcasmo, y elementos sobre los que podríamos, aún hoy en día, reflexionar en profundidad. Y es que, y esto es algo que nos debería cubrir de vergüenza, algunos aspectos negativos en cuanto a la opinión que la sociedad mayoritaria tenía en aquél entonces, en los Estados Unidos de Norteamérica, todavía los podemos ver y oír en nuestros lares. Hecho que demuestra que no hemos avanzado tanto, pese a la lucha de seres humanos como Harvey Milk.
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