domingo, abril 30, 2017

SPARROWS (Gorriones) (Islandia, Dinamarca, Croacia; 2015) Drama






Director: Rúnar Rúnarsson
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Intérpretes PrincipalesAtli Oskar Fjalarsson, Ingvar Eggert Sigurðsson, Kristbjörg Kjeld, Rade Serbedzija (1).
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ArgumentoRelato iniciático sobre un adolescente de 16 años, Ari, quien tras haber estado viviendo con su madre en Reikiavik, es enviado de vuelta a la remota región de los fiordos occidentales para vivir con su padre. 
Allí tendrá que lidiar con la difícil relación con este, y encuentra cambiados a sus amigos de la infancia. En ese ambiente desesperanzador, Ari tiene que esforzarse para encontrar su camino.
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Mi opiniónBuen segundo trabajo como largometrajista de Rúnar Rúnarsson, que toma parte de la historia de un cortometraje de éxito que rodó tiempo atrás, para narrarnos la historia, el viaje iniciático de un joven lleno de sensibilidad, educación y bonhomía, en medio de un lugar hostil, duro, triste, tanto en el plano puramente físico como en relación a las relaciones humanas que se tienen en su entorno.



Y lo hace empleando un ritmo quizás algo lento, pero sostenido y sin tiempos muertos ya que en todo momento están sucediendo hechos, todo ellos de enorme importancia para el desarrollo de la historia, una historia donde  a pesar del dolor existente también hay momentos de humor y de ternura .
Una cinta dura pero esperanzadora, con un personaje protagonista que jamás duda de sí mismo, que intenta no sólo sobrevivir en un lugar que humanamente no le aporta nada positivo, salvo la enternecedora relación con su abuela, pero que intenta en todo momento socializarse con todo y con todos.


Lo mejor, sin duda, y que es lo que yo personalmente creo que influyó poderosamente para que el Jurado del Festival Internacional de Donostia-San Sebastián en el año 2015 le otorgara el máximo Premio, La Concha de Oro, es sin duda el último tercio, muy duro, pero lleno de exquisita finura, un canto al amor verdadero, a la generosidad, de una hondura dramática sin parangón, que emociona y saca la rendida admiración al espectador, con un par de escenas casi sin diálogos pero llenos de humanidad.
Un film en suma, que no es la alegría de la huerta precisamente, pero que, gracias a ese milagroso último tercio, no se olvida con facilidad, al mostrar cómo el ser humano, incluso en los momentos más difíciles y dramáticos, puede sacar lo mejor de sí mismo demostrando que se puede confiar en él. No es poco, me parece.

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