Directora: Muriel Box
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Intérpretes Principales: Stanley Holloway, Kathleen Harrison, Naunton Wayne, Eileen Moore, John Stratton, Dandy Nichols, Shirley Mitchell, Margaret Barton, George Cole, Tom Gill, Miles Malleson, Geoffrey Sumner, Laurence Naismith, Edward Lexy, Cameron Hall, Hal Osmond, John Salew, Ernest Butcher, Lyn Evans, Michael Ward, Richard Wattis, David Keir, Anthony Oliver, Campbell Singer, Peter Martyn, Arthur Hambling, Eileen Way
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Argumento: La familia Lord –marido, mujer y varios hijos– es dueña de una frutería próxima al auditorio del Festival de Gran Bretaña, que se encuentra en construcción.
Lillian Lord se ocupa de la tienda y su marido, Henry, es un conductor de tren a punto de jubilarse.
Un día, el señor Filch, un alto funcionario, les anuncia que, debido a un error de uno de los urbanistas, la tienda y la casa de los Lord tienen que ser demolidas para construir una calle, asegurándoles que recibirán una compensación económica y que se les trasladará a una casa nueva.
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Mi opinión: Entrañable producción genuinamente británica, dirigida por Muriel Box y con guión de ella misma y su marido Sidney, como otras veces ocurrió en su filmografía. La verdad es que formaban un gran equipo y se nota en la complicidad para contarnos una tierna historia donde podemos reírnos a la vez que establece una clara crítica hacia los grandes emporios capaces de quitarnos lo nuestro en aras de la "modernización de un país", en el Londres de la postguerra, cuando todavía pasaban ciertas penurias sus habitantes.
Burlando burlando la crítica está ahí, aunque disfrazada de historia humorística, donde los personajes luchan con denuedo contra los poderosos que intentan menoscabar sus legítimos derechos.
Estupendas interpretaciones y un tono leve en todo momento, con buenos diálogos aunque bien es cierto que el ritmo se resiente en la parte central.
Pero hace pasar un rato divertido y en todo momento resulta amena, aunque tendente al olvido.
Y en cuanto al final, olé para el matrimonio Box, con esa antológica escena que hace reír y sorprende a partes iguales. Hace falta echarle un par, sí señor.
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