Director: Rodrigo Cortés
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Intérpretes Principales: Ryan Reynolds, Robert Paterson (voz), José Luis García Pérez (voz), Stephen Tobolowsky (voz), Samantha Mathis (voz).
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Argumento: Paul Conroy, padre de familia y contratista civil en Irak, despierta enterrado vivo en un viejo ataúd de madera. Sin saber quién lo ha puesto ahí ni mucho menos por qué, su única oportunidad para escapar de su agónica pesadilla es un teléfono móvil.
La cobertura precaria, la falta de batería y la escasez de oxígeno son sus peores obstáculos en una carrera a vida o muerte contra el tiempo: Paul sólo dispone de 90 minutos para lograr su rescate.
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Mi opinión: Soprendente film español, entusiástamente dirigido por Rodrigo Cortés, que tiene como mayor virtud la valentía de simplemente haber creído en ella, dados los evidentes peligros que podía suscitar.
Y es que, realizar un film con tan sólo un intérprete, parecería abocado al desastre al parecer más que seguramente al espectador que se iba a aburrir de lo lindo. Pues no es así.
No, no es la obra maestra que por ahí he leído, ya que, al ser recurrente el tema, por ser única la situación, aunque complementado con las sucesivas llamadas telefónicas (bueno, por el móvil quiero decir), tiende a ser algo repetitivo, algo simplemente imposible de evitar.
Pero resulta amena y hasta emocionante, con una tensión creciente conseguida mediante los movimientos de cámara dentro de la pequeña caja donde se desarrolla la acción, y por la excelente composición de Ryan Reynolds, con todo un tour de force.
Además, el final es poco menos que memorable, cerrando magníficamente el clautrofóbico argumento.
En definitiva, un ejercicio arriegado que podría haber degenerado en desastre y que sin embargo deja un buen sabor de boca.
Pero resulta amena y hasta emocionante, con una tensión creciente conseguida mediante los movimientos de cámara dentro de la pequeña caja donde se desarrolla la acción, y por la excelente composición de Ryan Reynolds, con todo un tour de force.
Además, el final es poco menos que memorable, cerrando magníficamente el clautrofóbico argumento.
En definitiva, un ejercicio arriegado que podría haber degenerado en desastre y que sin embargo deja un buen sabor de boca.
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